A costa y ¡ahuevo!, los salvadoreños tienen que seguir viendo y escuchando la puerca propaganda de la minería verde.
La minería verde está podrida, es un desastre ecológico que los explotadores canadienses quieren imponer a El Salvador, acabar sus con sus pocas selvas y recursos acuíferos y sobre todo, extinguir a su población.
No les importa engañar a los campesinos de Cabañas, ofrecerles prosperidad y sueños a costa de enfermedades voraces. Porque el cianuro mata, no es algodón de azúcar. Sus secuelas perduran por generaciones.
No es necesario que en El Salvador estallase una bomba atómica para que el desastre ecológico sobrevenga. Solamente es necesario que el gobierno de luz “verde” a la minería “verde”, siempre y cuando los canadienses suelten los “verdes”.
Y si hablamos de “verde”, dicen que como socio salvadoreño, los canadienses tienen un verde pescado viejo, que ha caído bajo, asociándose con los conspiradores del medio ambiente, un tipo que prefiere herir de muerte a su País, pero bueno, sino tuvo misericordia en épocas pasadas con El Salvador mucho menos las puede tener en épocas actuales.
La Iglesia Católica salvadoreña, su Pastor Monseñor Fernando Saenz Lacalle y su Auxiliar Monseñor Gregorio Rosa Chávez y todo el pueblo católico de El Salvador deben de defender la integridad de los salvadoreños indefensos en la zona de Cabañas, no permitiendo que ningún caza fortunas canadiense venga a nuestra Patria a traer destrucción y muerte a costa de mentiras baratas y asquerosas como la campaña de la Minería Verde.
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